Los relatores, por Javier Astasio

Ya está el lío armado. Una vez más, quienes gustan de hablar y escribir sin pensar, sin darse tiempo para la reflexión, están haciendo lo que mejor saben; afilar plumas y lápices, para volar los puentes y tapar cualquier salida por la que se pretenda aliviar la presión que inmoviliza a los actores y enquista los conflictos. No se dan cuenta estos perniciosos personajes, acostumbrados a posar sus garras en el puño del que comen, de que los primeros pasos para salir de un conflicto son siempre difíciles y los más peligrosos.
Para salir de cualquier atolladero lo primero y principal, que diría aquel, es reconocer que se está otra vez que basta con las leyes y la mano dura para hacerlas cumplir a rajatabla, para resolver las disputas y las diferencias. Está claro que así no se avanza ni un centímetro y que, con posturas enconadas que se reparten el electorado casi mitad por mitad, corremos el peligro de pudrirnos en nuestras atalayas, a la espera de que el otro se rinda o, lo que es peor, lo dé todo por perdido y se nos eche encima.
No sé si hace falta recordar una vez más que gran parte de la responsabilidad del estado actual del "conflicto" catalán la tiene el partido Popular que, cuando no necesitó de CiU, hoy el PDCat, con sede en Bruselas, para construir sus mayorías en el Congreso o cuando quiso hacérselo perdonar por sus votantes, hurgó en el avispero catalán, sin darse cuenta de que, desatado el enjambre, lo difícil es no llevarse alguna picadura.
Al PP y a sus socios de conveniencia hoy, Ciudadanos y VOX, les va bien, muy bien, el conflicto en Cataluña porque poco o nada pueden sacar de allí, salvo el partido de Rivera y Arrimadas que aún no ha sido capaz de hacer valer en el Parlament su victoria en las últimas elecciones catalanas y parece conformarse con cultivar el victimismo y no la iniciativa que podría esperarse de ellos. Por eso, ni al PP ni a sus socios, actuales o futuros, les interesa desatascar el conflicto, como tampoco les interesa, me atrevo a decir, a una parte importante de los nacionalistas.
Para salir de esta terrible situación, que mantiene paralizada a una de las comunidades más ricas de España, hace falta dar pasos, por pequeños que sean, y la designación de un relator, que yo veo como a los taquígrafos y taquígrafas del Congreso, innecesarios hoy con los avances tecnológicos, pero con el reconocimiento moral de ser garantes de la palabra dicha en los plenos.
Quienes se llevan las manos a la cabeza con el nombramiento de este árbitro o relator que exigen los independentistas, no ven o no quieren ver que lo que buscan unos y otros es poner en marcha la máquina dormida. No se dan cuenta de que lo que piden los nacionalistas es sólo un gesto, un gesto que les permita presentarse ante sus votantes con eso que llaman dignidad y que no es otra cosa que aquello a lo que se recurre cuando no se tiene nada más, ni la razón ni las esperanzas de tenerla, algo parecido a esa patria y esa bandera que se enarbola cuando a un partido le pillan chapoteando en la corrupción, con un paro insostenible y con una desigualdad humillante, como resultado de su fórmula para salir de la crisis.
En todo diálogo es necesario, y en este diálogo tan necesario más, alguien que dé fe de lo que se dice, para que nadie lance los papeles al aire y se levante de la mesa dando un portazo tras de sí. Hay que dar fe de todo lo que se diga y es bueno que lo haya, como lo hay en cualquier diálogo o negociación. Si es necesario un notario para dar fe de los acuerdos entre hermanos, cómo no va a ser necesario en este asunto. Otra cosa es que no se quiera la misma negociación, el diálogo. Dígase entonces, porque, por más que lo repitan, yo no me siento humillado ni veo a mi país humillado o rendido porque un relator sea testigo de los pasos que se den en este intento, desesperado dicen algunos, de dar salida a tan enconado conflicto. 
Con relator o sin él, a veces sueño que, en este país, en las elecciones se vota para arreglar la vida de los ciudadanos, para solucionar problemas en las ciudades, si son municipales, los regionales, si son autonómicas o nacionales, cuando son generales. Basta ya de dignidades, humillaciones o rendiciones cuando las urnas están cerca.

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