Ventajas de los costes de producción de un modelo de negocio, por Joan Anglada (@themoneyglory)

Los costes de producción se pueden convertir en una ventaja competitiva, según explica Pat Dorsey en su libro libro 'El pequeño libro que genera riqueza'. También lista los costes de cambio o las economías de red, pero estos sirven para sostener los ingresos de un modelo de negocio. En cambio, en este caso, la estructura de gastos es el principal foco de atención para los inversores y los analistas.

Reducir costes, sean salaries o de factores de producción, no es una ventaja competitiva per sé. Un simple cambio no sirve para nada. Es cuestión de tiempo que las otras empresas copien la estrategia.

Sí Inditex traslada las plantas productivas a Nueva Delhi, para que los sueldos sean bajos, lo mismo hará Mango días más tarde. Lo mismo sucede con la sustitución de los factores. Cambiar un elemento del proceso de producción por uno más barato es una ventaja con fecha de caducidad. Pronto toda la competencia trabajará con el mismo componente.

Hay dos vías básicas de reducir la estructura de costes. Una es a través de los costes de los elementos que intervienen en el proceso productivo. La otra es mejorando el propio proceso de producción. Las empresas dedican muchos esfuerzos en el “COMO” se hace un producto o un servicio. A veces, también es el secreto mejor guardado.

Lamb Weston, por ejemplo, es una empresa que se dedica exclusivamente a la distribución de patatas fritas congeladas. Produce una commodity con una competencia feroz. Uno de los puntos básicos para diferenciarse de la competencia es su estructura de costes, basada en el proceso productivo. Otras ventajas competitivas sostenibles, como la marca o las ventajas competitivas, no le servirán de mucho.

El coste de produción de una pizza

El sector de la restauración es excelente para construir ejemplos de mercado. Imaginemos una ciudad media, entre 50.000 y 100.000 habitantes, donde hay 20 pizzerías. En estas, el precio de la pizza puede oscilar entre 5 y 20 euros de mercado.

En este precio hay implícitos los costes de los ingredientes básicos: harina, agua, levadura, sal, aceite, tomate y queso. También cuentan los extras, para cada tipo específico, desde jamón hasta foie. Pero también se tienen en cuenta los costes operativos, como los suministros, los sueldos (del cocinero al camarero), o el alquiler del establecimiento.

Ingredientes Básicos de una Pizza

Hace unos meses, el precio de las verduras como las berenjenas subieron a precios astronómicas debido a las temperaturas de invierno. Esto es verídico. Los restaurantes preferían no vender las pizzas que incorporaban algunos de estos ingredientes, antes que venderlas por debajo de su coste. Llamado técnicamente “coste marginal”.

Una pizzería podría construir una ventaja competitiva sostenible a través de la estructura de costes. Aunque es complicado.

En un mercado tan extendido como el de las pizzerías, con muchos oferentes y demandantes, los restaurantes pueden intentar reducir los costes de producción. Pero, habitualmente, estos modelos de negocio son precio aceptantes. O, lo que es lo mismo, están subordinados a las reglas del “señor Mercado”. Ningún restaurante tiene el poder suficiente para manipular los precios de los costes de commodities como la harina o el queso. Aceptan el precio que piden.

Lo mismo sucede con los suministros o el alquiler. Cada empresa depende de los precios de mercado. Por otra parte, el restaurador también podría utilizar los sueldos de los empleados para disminuir sus gastos, pero posiblemente los camareros y cocineros encontrarían pronto otro lugar donde ir. Sobre todo en un sector con tanta rotación de personal.

Si no se pueden sustituir los factores de producción, para hacer una pizza más barata, la segunda opción es mejorar el proceso. ¿Cuál es la forma de gastar menos? ¿Se puede optimizar la forma de comprar las materias primas? Vaya, si ha visto alguna vez al maestro Chicote en “Pesadilla en la Cocina”, sabréis de lo que estoy hablando.

El truco final es conseguir una pizza por 5 euros y venderla por 15, aunque parezca imposible.

Analizar la estructura de los costes

Sobre el papel, los datos son más frías y los resultados financieros son más difíciles de interpretar. Los costes de las ventas, los gastos administrativos y otros costes de explotación, forman parte de esta amalgama de gastos de un grupo. No están clasificados ni expresados ​​desde el punto de vista operativo, sino que son la suma de todo. Reflejan más de un proceso y, en algunos estados financieros, se trata de más de una empresa.

El “margen bruto” es la diferencia entre los ingresos y lo que cuesta generar estos ingresos: Los “costes variables”, “coste de las ventas” o el Cost of Goods Sold (COGS). En el caso de la producción de una pizza estos gastos serían los ingredientes.

Más abajo en la cuenta de resultados figuran los costes fijos o también registrados como gastos de explotación. Se trataría de los suministros o el alquiler. En empresas grandes se añade el coste de la publicidad o el pago por el mantenimiento de otra tipo de estructuras. No importa si hay clientes, o no, estos gastos se soportan igualmente. Es duro, pero aunque haya un camarero cruzado de brazos, se le debe pagar el sueldo.

¿Cómo se analiza todo esto? Una vía es a través del ratio del “Margen Bruto sobre las Ventas” y con el “Margen de Explotación sobre las Ventas”.

Estudiar la estructura de costes, a través de ratios como estos permite la comparación entre distintos años. Pero, lo que es más importante, podemos analizar diferentes empresas del mismo sector. Con los ratios de márgenes podemos localizar cuáles son las empresas más eficientes del sector. Cuando más altos sean los ratios, más bajos son los gastos para hacer un mismo tipo de producto o servicio.

Aunque estos números en solitario no sirven para nada. Debemos conocer las dinámicas del sector, y del negocio en específico, para saber cuáles son todos los motivos de estos resultados.

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