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Disciplina de voto y partidos disciplinados, en Mayhem Revista, por Miguel Ángel Moreno Ramos (@MiguelAM29)

Ayer en Mayhem Revista escribí un artículo para la sección semanal Las Palabras y Las Cosas, que comparto con el gran Álvaro Alonso. En él me planteo, a raíz de la polémica sobre el voto de conciencia por el anteproyecto de Ley del Aborto, si realmente es deseable para los votantes que los diputados -sus representantes electos- voten en función de su conciencia individual. ¿Nos representa como votantes la conciencia ética de nuestros diputados y senadores? 


El anteproyecto de reforma de Ley del Aborto presentado por el ministro Ruiz-Gallardón ha dado para muchas cosas, especialmente para no hablar sesudamente del aborto. Dejando a un lado si se trata o no de una ley reaccionaria, si es mejor una ley de plazos o una de supuestos, o si era necesario abrir un debate sobre una regulación que no estaba siendo demasiado contestada socialmente en un momento de necesarias reformas en otros ámbitos; la verdad es que el debate posterior nos está sirviendo para reflexionar acerca de muchas cosas. Entre ellas, de la calidad de nuestra democracia y de la libertad de nuestros parlamentarios. Las reflexiones sesudas sobre el nasciturus se las dejamos a nuestro becario.

Con un tema tan controvertido y que afecta de forma tan directa a las éticas y libertades individuales, especialmente de la mujer, pero en general de todos los miembros de la sociedad, no pasó demasiado tiempo desde la presentación del anteproyecto y el primer llamamiento a las parlamentarias populares para que se opusieran a su aprobación. El mensaje fue enviado por parte de la socialista Elena Valenciano, y en él pedía su “contribución decisiva” para paralizar el texto y que éste no fuera aprobado.
También en el propio Partido Popular se han levantado tímidas voces, cada vez más notorias, de parlamentarios, barones y alcaldes -hombres y mujeres- contrarios a tal reforma. Una de ellas, inusualmente comedida en esta ocasión, es la parlamentaria andaluza Celia Villalobos que,según esta crónica de El País, ayer mismo reclamó en una reunión interna del PP que se permitiera “libertad de voto” cuando el texto fuera sometido al respaldo parlamentario. No es sorpresa que Rajoy, por lo que parece, no dijera ‘ni mu’ a la propuesta, aunque sí resulta interesante el dato que Carlos E. Cué da en dicha crónica: Celia Villalobos es la mujer de Pedro Arriola, el asesor de cabecera del presidente del Gobierno. Qué influencia tendrá eso sobre Mariano es algo que desconocemos, pero no deja de ser un dato muy curioso.
La propuesta de Villalobos se suma a otra realizada por el Partido Socialista, que propone una votación secreta para permitir que cada parlamentario vote dirimiendo entre la disciplina partidaria y su conciencia individual. Para llegar a esta opción, solo explorada en dos ocasiones anteriores en democracia -una respecto a la apertura de una comisión de investigación sobre los GAL en 1995, y otra sobre la Guerra de Irak en 2003-. En ningún caso alguien quebrantó la disciplina de voto impuesta por el grupo parlamentario. Y, además, debido al reglamento parlamentario, votar de forma secreta este asunto exigiría votar una propuesta no de ley, ya que el articulado impide votar de forma secreta las propuestas de ley (véase el artículo 85.1).

Libertad de voto y sistema electoral en España

Este debate entre disciplina partidaria y conciencia individual ha dado lugar a varias reflexiones. Entre otras, las que pasan por denostar el sistema parlamentario español por lo que tiene de ‘borreguismo’ en tanto en cuanto los diputados se reducen en muchas ocasiones a votar lo que ordena la bancada, sin necesidad de reflexión propia. Es cierto que los partidos se han constituido en muchos casos en maquinarias de agregar votos, sin necesidad de convencer siquiera a sus propios diputados. Esta circunstancia es la que se está viendo actualmente en el PP, pero en otros casos, y seguramente muy soslayada, debe ocurrirle a parlamentarios de todos los coloresdurante los diferentes procesos legislativos.
La pregunta es, ¿hasta qué punto es deseable desde el punto de vista del votante de a pie que los diputados tengan mucha o poca discrecionalidad a la hora de votar, que sean muy libres o que voten en muchas ocasiones ‘según su conciencia’? Si no estamos equivocados, la conciencia del diputado número 5 de Murcia no representa a sus electores. Le representa a sí mismo. Pero él no vota por sí mismo, sino por el porcentaje de ciudadanos que depositaron la papeleta popular en los colegios electorales murcianos.

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Esta entrada es parte del blog de Miguel Ángel Moreno
http://lapalabraeslacasadelser.blogspot.com

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Castigados con pena de prisión, por Mar García Martinez-Albelda (@mar_y_tal)

Recoge la Real Academia Española –RAE- en la novena acepción de la palabra “Política” lo siguiente: “Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”. Y eso hacemos, creamos poder popular e intervenimos en los asuntos públicos, esos que determinan nuestro presente y nuestro futuro. Y lo hacemos convencidas, como medio de supervivencia para que el conformismo no nos destruya. Lo hacemos por nosotras pero también por aquellas personas que no ven o no quieren ver lo que se nos viene encima. Y así llevamos unos cuantos años, unas más que otras. Nos enfrentamos, casi a diario, a detenciones arbitrarias, atestados falsos, sanciones administrativas, insultos, criminalizaciones, golpes y abusos de poder.
Y sin saber muy bien hacia dónde vamos, pero convencidas de que tenemos que seguir caminando, el poder vuelve a dejarnos claro que hacemos daño. Vuelve a su política del miedo, si es que alguna vez la dejó de lado. Ante una sociedad tremendamente conformista y anestesiada ni siquiera hace falta esforzarse en disimular. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ese que legisla sobre nuestros úteros, ese que no sabe qué hacer con cuatro ex-altos cargos de la Guardia Civil y de la Policía acusados por Argentina de torturas a víctimas del franquismo, se saca de la manga una reforma del Código Penal que persigue terminar con cualquier indicio de protesta social tal y como la conocemos actualmente. Somos muchas las que nos enfrentamos en primera persona y por primera vez a una crisis de estas características. Y quizás por eso, las formas de protesta se han ido reinventando desde las manifestaciones hasta los escraches. De las  ocupaciones de plazas a ocupaciones de oficinas bancarias.
El derecho a la rabia es el precursor de la necesidad de luchar. Y eso es lo que ahora nos quieren quitar. Medidas redactadas a la luz de la repercusión mediática esconden un golpe más de autoritarismo de un Gobierno que tiene muy claro la importancia de reprimir parte de la sociedad antes de que el resto se contagie. Y así, de la noche a la mañana, nuestra Democracia queda un poco más coja que ayer, el artículo 21 de la Constitución se resiente de nuevo. Ante estos atropellos han sido varias las voces que han alzado la voz. Así, la Comisión Legal del 15M –LegalSol- ha publicado recientemente un informe en el que analiza los puntos más destacados de esta reforma. Del abanico de ocurrencias de Gallardón destaca especialmente una quizás por recordar demasiado a tiempos pasados que, por otra parte, se niegan a condenar. Llega el artículo 559 con la nueva creación de un delito que, lejos de proteger a sus ciudadanos, condena al ostracismo la libertad de expresión y comunicación. Y dice así: “La distribución o difusión pública, a través de cualquier medio, de mensajes o consignas que inciten a la comisión de alguno de los delitos de alteración del orden público del artículo 557 bis del Código Penal, o que sirvan para reforzar la decisión de llevarlos a cabo, será castigado con una pena de multa de tres a doce meses o prisión de tres meses a un año.” ¿Quién decide cuál es el grado de incidencia que tiene una comunicación sobre un tercero? ¿Volvemos al reparto clandestino de octavillas?
Por su parte, la Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas –que realizó una recogida de firmas contra el Anteproyecto el pasado mes de Septiembre- alerta sobre otra modificación que atenta directamente con el derecho a protestar. Así, la desaparición de los términos “grave” y “activa”, refiriéndose a las formas que ha de adoptar la resistencia a la autoridad policial para que ésta sea considerada delito de atentado, del artículo 550 del mencionado Anteproyecto, muestra la voluntad de crear confusión respecto a lo que es o no un comportamiento violento. Al desaparecer el adjetivo “activa” en relación a la resistencia a la acción policial se introduce un margen importante de discrecionalidad y subjetividad en casos de resistencia pasiva, lo que favorecerá la arbitrariedad tanto de la policía en sus informes como de la ley en caso de ser juzgado este tipo de acción no violenta.

Paradójicamente, en relación a los delitos de desórdenes públicos se contempla la “alteración de la paz pública” como resultado de actuaciones “tanto en grupo como individuales amparadas en el grupo”. Y yo me pregunto quién está realmente alterando la paz pública, quienes son los responsables de que las calles se llenen de ciudadanos hastiados que se juegan su integridad física. Me pregunto si los recortes o los desahucios no alteran esa paz pública. Me pregunto hasta dónde vamos a permitir su impunidad, cuánto poder estamos dispuestas a darles. Es necesaria y urgente una respuesta contundente ante una reforma del Código Penal que está pasando desapercibida. Es indispensable la unión de diferentes plataformas que trabajan desde hace tiempo en este ámbito y es necesario que salgamos todas a las calles en defensa de nuestros derechos. ¿Si no tuvieses miedo qué harías?

“Nuestra integridad vale tan poco… 
pero es todo lo que tenemos, 
es el último centímetro que nos queda de nosotros,
 si salvaguardamos ese centímetro, somos libres” 

-V de Vendetta-




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Libertad de prensa versus Democracia, por @sandrafgere

No hay mucho de qué presumir ni qué celebrar en el Día Mundial de la Libertad de Prensa cuando miles de periodistas están muriendo o están encarcelados en distintas zonas del mundo

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Libertad de prensa no es sólo un derecho y unas garantías que exija todo medio de comunicación. Es un deber que deberían conocer todos los ciudadanos con el fin de que pudiesen reclamar que se publicasen informaciones libres y sin censura previa.

Sin embargo, esto no siempre sucede así y, en algunas ocasiones, los periodistas, se sienten acosados –si no hostigados- por el mero hecho de escribir en primera persona y contar lo que está ocurriendo. 
El 3 de mayo se ha fijado oficialmente como el Día Mundial de la Libertad de Prensa y en este año 2013 se celebra su veinte aniversario. Pero ¿Realmente hay algo que festejar? ¿Existe esa tan buscada autonomía periodística proclamada por la Asamblea de Naciones Unidas allá por el año 1993? Los datos responden por sí mismos.

Armas son palabras

La Asociación Reporteros sin Fronteras (RSF) publica anualmente una lista de países en los que ejercer la labor de periodista se convierte en toda una odisea que, en muchas ocasiones, se paga con la vida. Estos reporteros no son militares ni guerreros ni llevan armas ni están combatiendo sólo quizás denunciando de la forma que saben hacerlo: con su cámara, sus micrófonos, sus reportajes, sus palabras… y parece que estas herramientas son mucho más molestas que los artefactos mortíferos o, quizás, es que hacen más daño.


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En el último informe anual de esta asociación se asegura que un total de 88 profesionales de la información murieron el pasado año ejerciendo su trabajo. A ellos, hay que unir los 47 periodistas asesinados; casi 2.000 amenazados y atacados; 879 detenidos y 38 secuestrados. Otra cuestión importante, que no debemos olvidar, son aquellos a los que se les encarcela, simplemente porque el Gobierno del país en el que están trabajando decide que son “elementos molestos”. Y en esta categoría, encontramos en la actualidad a un total de 300 periodistas encerrados en todo el mundo, “sobre todo en cárceles de países dictatoriales o autoritarios como Irán, China, Vietnam o Eritrea. También en otros países considerados como democráticos, tales como Turquía, que se ha convertido en la mayor cárcel del mundo para periodistas, con más de 70 encarcelados en estos momentos”, confirman desde Reporteros Sin Fronteras.

Sin juicios

Lo más grave de esta situación, si es que puede haber algo peor que estar en una prisión por ejercer tu profesión, es que para estas personas no han existido acusaciones formales ni juicios de ningún tipo. RSF confirma que en algunos casos “llevan más de 10 años en prisión, sometidos a durísimas condiciones de vida, sin ver a sus familiares y sin tener contacto con el exterior. También los hay en celdas de aislamiento o situaciones de tortura”.
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Quizás no hay que irse tan lejos para vivir el día a día de la censura periodística: cuando te vetan la entrada a una conferencia o rueda de prensa; cuando te prohíben hacer preguntas; en el caso de que no puedas escribir con libertad lo que está ocurriendo o incluso tengas que hacerlo gratuitamente y estés devaluando tu profesión… hay muchas formas de acabar con la libertad que rige el principio fundamental de una profesión tan importante como fundamental en toda sociedad que se preste y presuma de democrática.

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Javier Astasio
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El día en que los partidos políticos se suicidaron, por Javier Astasio

 
 
Que los partidos políticos españoles han saltado al vacío hace tiempo ya es algo incontestable. Es un dato que se recoge con toda rotundidad y fiabilidad en los últimos sondeos, se hagan públicos o no y, por eso, ya hay partidos, algunos a la desesperada, que,  más allá de removerse inquietos en sus poltronas, están bajando al suelo de la calle, para tratar de salvar los muebles del negro futuro que se pinta para ellos.
Hoy lo dice claramente el Observatorio elaborado para la Cadena SER, según el cual un 57% de los consultados ya no confían en la eficacia de los partidos y los sindicatos, hasta el punto de creer que la democracia, que sigue recogiendo el apoyo mayoritario de la ciudanía, funcionaría mejor sin ellos. Menos sorpresivo quizá, resulta el dato de que los españoles rechazan más claramente si cabe el capitalismo, al que, evidentemente, culpan de las consecuencias de la crisis que estamos padeciendo.
Como la memoria es flaca, los partidos se llenan la boca de la palabra transición y no les encanta contarla a su manera y con sus protagonistas cambiados. No recuerdan, porque no les ha convenido hacerlo, que el verdadero protagonismo de aquella salida incruenta a la dictadura fue de los españoles movilizados por lo que querían y organizados en asociaciones vecinales, sindicatos y partidos que bajo otros modelos, claro, pusieron en la calle la presión necesaria para que los restos del franquismo acabasen por hacerse el harakiri.
Pero los partidos, especialmente cuando comenzaron a "tocar" poder, se dieron cuenta que el apoyo táctico de las bases ciudadanas, articuladas en gran medida en torno las combativas asociaciones de vecinos sólo no cabía en su estrategia futura, sino que iba a convertirse en un incómodo lastre para sus planes. Por eso quien quizá más les debía, el PSOE, porque entonces apenas tenía militantes, aunque, como diría un castizo, sí tenía "posibles". Puso en marcha su labor de zapa para acabar con tan incómodos compañeros de viaje que, antes o después, acabarían exigiéndole políticas y alianzas de izquierdas que ya no cabían en su mundo.
Qué distinto hubiese sido todo si los socialistas, en lugar de deberse a los "nuevos ricos" en que, más que engañados, nos habíamos convertido sus votantes, hubiesen tenido que compartir proyectos y estrategias con aquella enorme fuerza ciudadana que conscientemente se encargaron de desarticular. Probablemente hubiesen estado más pegados a tierra, probablemente nunca hubiesen dicho aquello de que "bajar los impuestos es de izquierdas", probablemente no se hubiera suprimido el impuesto sobre el patrimonio, al menos para los muy ricos, y probablemente la caja del Estado hubiese resistido mejor los envites de la crisis. Pero no, había que estar en Europa y había que comportarse como los campeones de la democracia que creíamos que eran los europeos.
Lo de las masas, lo de la gente en la calle, lo de las reuniones para discutir los problemas del barrio, la carestía de la vida o los abusos de los ayuntamientos; aquellos locales en los que se compartían información e ideas, al tiempo que se ensañaba a leer y escribir, se daban clases de macramé o de pintura y cerámica, aquellas naves y garajes donde se formaban grupos de teatro, no eran muy del gusto de quienes comenzaban a gastar coches caros, se fueron a vivir a modernas y luminosas urbanizaciones y comenzaban a dejarse ver junto a tiburones y contratistas que, en vez de aportar al proceso, les susurraban al oído aquello de "qué hay de lo mío".
Los partidos políticos, especialmente los de la izquierda y especialmente el PSOE, soltaron amarras y de alejaron, a un tiempo, de la gente y de la realidad. Por eso hemos llegado a esto. Por eso la gente está recuperando la calle para decir "aquí estamos y lo vuestro no nos vale". Por eso la gente sigue apoyando los escraches, pese a las campañas de criminalización emprendidas por el partido del gobierno y algunos "viejos jarrones" del PSOE.
Por eso, el día que creyeron que podían prescindir de los ciudadanos, los partidos, al menos los de la izquierda, se suicidaron. 
 
 
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