Los primeros mamíferos aparecieron hace 245 millones de años, eran insectívoros y su tamaño era el de un ratón; se trataba de descendientes de los reptiles terápsidos del Periodo Triásico, durante el Cretácico los dinosaurios desaparecieron y los mamíferos pasaron a ocupar su lugar. Cuando las plantas de floración con frutos y flores comestibles empezaron a reemplazar a los árboles de hoja perenne los mamíferos se multiplicaron, y con ello inició también el desarrollo de nuevos comportamientos. La biología también cumplió su papel, y es que con la aparición de las glándulas mamarias, con su capacidad para producir y secretar leche, ofreció la oportunidad de ejercer el cuidado materno y, como resultado, un vínculo madre-hijo origen del comportamiento social animal.
Elefantes, monos, tigres, osos… se encuentran en toda nuestra literatura y actúan como símbolos de poder, estabilidad, longevidad o sabiduría. Además de que siempre han facilitado la forma de vida humana proporcionando alimentos, ayuda en el trabajo, compañía o abrigo. Ellos nos han dado todo, pero el desarrollo del depredador más importante y letal, el ser humano, está llevando a la extinción muchas especies; el ritmo de desaparición es ampliamente superior al de la evolución creando especies nuevas. Deberíamos parar y empezar a respetar y apreciar los hábitats naturales, así como los animales que viven en ellos, porque, no olvidemos, que nosotros somos un animal más.