Los 28 Jefes de Estado o de Gobierno, reunidos en el Consejo Europeo celebrado en Bruselas los días 24 y 25 de octubre, han vuelto a decir a los ciudadanos que las prisas no son buenas consejeras.
Según la crónica de Lucía Abellán , a pesar de la reciente tragedia de Lampedusa , se pospone "cualquier iniciativa común sobre inmigración hasta después de las elecciones europeas en mayo de 2014".
Una decisión tan cicatera que hasta el "siempre comedido" Durao Barroso se ha atrevido a exigir "una respuesta más contundente por parte de la Unión Europea".
Otro tanto podría decirse del Plan de Empleo Joven, del que se viene hablando desde junio de 2012 y se pondrá en marcha, al parecer, dos años después, en 2014, justo cuando, según Montoro , estamos ya saliendo del túnel.
Esta cortedad de miras y esta lentitud en las respuestas, posponiendo siempre importantes decisiones, es un vicio adquirido por el Consejo Europeo del que no hay manera de librarse y choca con la agilidad y la determinación que los ciudadanos exigen.
Tal vez por ello Manuel Florentín , en su recién publicado libro (1), advierte:
"Si la UE pretende seguir dando amparo a futuras generaciones en una Europa unida debería encontrar una estructura que permita una gestión más eficaz y no condene a la esclerosis a un club que superará los treinta países" (p.107).
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(1) Florentín, M. (2013): La unidad europea. Historia de un sueño. Madrid, Editorial Anaya.