Liberalización ¡ya!, por Fernando Blázquez (@ferblazrom)

Los taxistas han vuelto a ganar la batalla. El Gobierno ha cedido y, finalmente, no habrá liberalización del sector en la nueva  ley de Ordenación del Transporte Terrestre (LOTT). Era de esperar, en el país del albañil, el fontanero y el camarero, que quienes ganen la batalla sean los taxistas y no el bien (y el sentido) común. Y es que el sector del taxi es todavía un monopolio protegido por el Estado. Algo anacrónico, absurdo y anti-competitivo.

Las razones de la existencia de estos monopolios las explica muy bien Roger Senserrich en Politikon:

“Una de las herramientas tradicionales del estado cuando quiere incentivar la inversión sin gastar demasiado dinero es restringir el nivel de competencia. La idea básica es bastante simple: enviar barcos a la India, construir una línea de ferrocarril o desarrollar una vacuna contra la hepatitis requiere una inversión inicial enorme, hasta el punto que nadie en su sano juicio se atrevería a poner dinero. Para animar a inversores a meterse en estos proyectos quijotescos, el estado a veces ofrece a los potenciales empresarios un trato: el capitalista pone el dinero, el gobierno garantiza sus beneficios prohibiendo por ley que otros entren en ese mercado.”

Lo que debemos preguntarnos es: ¿tiene sentido mantenerlo actualmente? Evidentemente no. Comprar un coche no es, hoy por hoy, un proyecto quijotesco. Los impedimentos a la hora de obtener una licencia (que sólo fomentan su contrabando [dicho así, se ofenda quien se ofenda]) sólo son una forma artificial de provocar escasez y aumentar de forma artificial (e irracional) los precios. Lo único que esto ha provocado es que los ciudadanos (el ciudadano medio, se entiende) consideremos el taxi como un medio de transporte excepcional, inaccesible en el día a día y, las cosas como son, con unas condiciones muchas veces mejorables. ¿Por qué no puede un taxista operar libremente estableciendo sus propias tarifas? ¿Por qué no agruparse en empresas que compartan gastos y beneficios?

Pero -y aquí llega lo bueno-: ¿es el sector del taxi el único necesitado de esta liberalización? Evidentemente no. Las farmacias, los estancos y las administraciones de lotería deberían seguir el mismo camino desde ya. Pero, uyyy… dónde estamos metiendo el dedo…

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