Ahora que las series de género están triunfando por todo lo alto, que cada vez se acumula más imaginación en las apuestas y los guiones que nos llegan del otro lado del charco, incluso en un nuevo milenio que posee hasta su canal especializado para estas lindezas (SyFy), ya se echaba en falta un serial en el que cada nuevo capítulo resultase una historia estanca, una pequeña película de menos de una hora de duración cuyos escasos minutos no fuesen cortapisa para que la trama se tejiese a la perfección en la triada del planteamiento, nudo y desenlace. La británica Black Mirror ha llegado para llenar el hueco; bueno, de hecho ha llegado y se ha ido con gran rapidez. Casi cual tanteo del terreno, la idea de Charlie Brooker pareciese tentativa con la que medir las ganas que existen en 2012 por un producto de este tipo y la aceptación que podrían tener sus continuaciones –pues, sí, habrá segunda temporada–. Y subrayo lo de corta vida pues, en este lance de presentación, únicamente tres historias han colmado nuestros anhelos; pero, ¡menudas historias!
Tanto The National Anthem como The Entire History Of You y 15 Million Merits nos retrotraen a aquellos sueños del ayer por desconcertar al espectador, por cautivarle y hasta por hacerle pensar. ¿Hasta dónde puede llegar el arte como medio de expresión? ¿Puede la tecnología capturar todo lo que ve a diario nuestra retina? Y, si es así, ¿nos gustaría realmente revivir todos y cada uno de los instantes pasados? ¿Podrían ser los programas televisivos de talentos caldo de cultivo para un futuro mundo dictatorial? Signos de interrogación que se abren y cierran en apenas cuarenta minutos de emisión, magníficas muestras de valor ante el riesgo por parte de un creador que amasa con tacto esta necesaria triada, espacio cuyas emisiones originales en el Reino Unido datan de diciembre del año pasado. Y es que el padre de la inmejorable Dead Set no podía decepcionarnos.
por Sergio Guillén