Hay vida (artificial) en las redes sociales, por Javier Astasio

 
 
Vaya por delante que soy y seré, y no sólo como usuario, defensor de las redes sociales en la web. Es más, creo que, en tiempos de regresión democrática, las redes sociales han vendido a cubrir las carencias de unos medios de comunicación que hace ya tiempo se han entregado al poder y se han convertido en la gran pradera en la que volar las cometas de nuestras ideas para que todo el mundo -y nunca mejor dicho, todo el mundo- pueda verlas y compartirlas.
También se han convertido, particularmente Facebook, en el foro en que, mediante un proceso de selección "natural" los usuarios se van agrupando por afinidades ideológicas, estéticas o, por qué no, sentimentales. Quién no sabe de antemano a estas alturas a cuál de nuestros "amigos" les va a gustar esa foto, esa canción, ese relato o ese poema que colgamos. Quién desconoce el impacto que pueden causar determinados comentarios, con o sin humor, sobre personajes o acontecimientos. Quién no lee los artículos o las informaciones que les sugieren sus amigos. Quién no ha ejercido de "voyeur" asomándose a las vidas y los amigos de los demás a través de sus perfiles. Quién no se ha suscrito a las publicaciones de alguien.
Quién no se esfuerza en parecer más joven, más alto, más guapo y más listo en la red. Quién, jugando o no, miente en todo y se inventa un otro yo desde el que mirar a los demás. Y qué decir de quienes crean comunidades de juego en las que se juega, se viaja o se vive sin salir de casa. Las redes son tan versátiles y sus cabos llegan tan lejos que no caer en ellas sería difícil.
Está claro que las redes, pero, sobre todo, el ser como somos permite el gran juego de crear o ampliar nuestras vidas. En ellas se ríe, se aprende, se enseña, se encuentran la felicidad y el sufrimiento, la alegría y la pena, se ama y se odia... Pero, ojo, todo eso desde nuestro teclado y ante nuestra pantalla.
Yo que he trabajado muchos años en la radio sé de la fuerza de la comunicación incompleta, del poder evocador, que, para bien y para mal, tiene la comunicación incompleta. Sé de cómo las voces, las músicas, los ruidos y los silencios, siempre incompletos se recomponen en el cerebro de quien los recibe, reinventando personajes, paisajes y circunstancias.
Hasta aquí todo parecen virtudes de las redes. Y tienen muchas, algunas tan importantes como la capacidad de mover a la gente saltando el sórdido cerco que habían impuesto los medios siempre complacientes con el poder o, al menos, con su poder. El 15-M, sin ir más lejos. Pero pueden también llegar a ser muy peligrosos y, sobre todo, pueden hacer creer a alguien que su verdadera vida es esa, que no necesita otra, porque es cómoda y, aparentemente, fácil de controlar.
Sin embargo detrás de un comentario y de quien lo recibe hay seres humanos, con sus circunstancias, con sus razones y sus sentimientos. Y, a veces, una simple frase escrita quizá sin otra intención que la de ser un poco frívolo o gracioso, puede herir y ofender. Es sólo un ejemplo, pero todos vosotros sois capaces de imaginar otros muchos.
De vez en cuando es bueno salir a la calle y buscar a la gente en ella. De vez en cuando es bueno tocar y abrazar. Siempre es necesario hablar. Es mucho mejor que escribir. La voz encierra matices y revela sentimientos que en el "no papel" de una pantalla electrónica no se intuyen y lo que es peor, pueden llegar a malinterpretarse. Hay que mirarse a los ojos, hay que reírse y hay que llorar. Hay que tocarse, hay que olerse, hay que besarse, hay que lamerse.  Siempre es mejor compartir emociones que pegar emoticonos al pie de las frases.
En las redes hay vida, es verdad, pero es artificial. Gracias a esa vida artificial se puede enriquecer o descubrir la vida real, pero quedarse sólo en ella es como encerrarse en un invernadero, en el que las plantas crecen al abrigo del frío, pero crecen incompletas y frágiles y sus frutos no saben a nada.
Pulsar “me gusta” es muy fácil. Escribir juasssss, en vez de compartir una risa, también. Lo difícil es iluminar una mirada con una sonrisa o reír con toso sus matices hasta las lágrimas. En las redes hay vida, pero es artificial. Sal a buscar la real, con espinas, pero llena de aromas.
 
 
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