Entrevista a Mayte Carrasco: "Aquí no tenemos prisiones, tenemos tumbas", por @LorenaCan0

Son las cinco de la tarde, y hemos quedado con Mayte Carrasco en la Casa Árabe de Madrid con motivo de la conferencia "¿Hacia dónde va Siria? Dos años de conflicto a debate" en la que ella participa. De Siria, de Malí, de las revoluciones árabes, del periodismo y del miedo hemos hablado con esta reportera de guerra que no duda en contar las cosas como son, pese a que en momentos parezca que la realidad supera la ficción.

Me gustaría empezar con una frase que he cogido de tu página web, en la que cuentas en relación a tu viaje a Malí: “El ejército francés (…) nos embarcó en un avión para cubrir en Tombuctú el sábado pasado el baño de masas del presidente Hollande. (…) Supongo que París no quiere imágenes de ‘barbudos’ muertos dando la vuelta al mundo”. ¿Se intenta manipular a los periodistas que estáis en medio de un conflicto?

En el caso de la guerra de Malí ha sido clarísimo que había una voluntad de trasladar una imagen de una guerra sin muertos. De hecho, han impedido el acceso a la prensa internacional a las zonas de combate. Sólo hemos podido acceder y cruzar los check point infranqueables del ejército maliense atravesando la Sabana, o incluso a través del río Níger. El acceso libre eran sólo cuatro o cinco días después de los combates, cuando ya habían limpiado las calles de cadáveres, cuando apenas podíamos hablar con las familias. Para mí está muy claro que el ejército francés, con ayuda del maliense, ha impedido el acceso a la prensa extranjera para hacer de esta una guerra invisible, sin muertos.

Se dice que "la primera víctima de la guerra es la verdad". ¿Intentan los gobiernos sumidos en conflictos armados vender propaganda a los periodistas?

Depende de la guerra. Todas son distintas y en cada una hay un grado de censura y de propaganda. Por ejemplo, en las revueltas árabes había mucha propaganda, tanto de la parte de Gadafi como de la de los rebeldes. En Siria, cuando hablaba con los activistas del media center de Al-Qusayr, eran muy sinceros. Decían: “nosotros no somos periodistas, somos activistas y vamos a contar sólo nuestra parte”. Y eso es muy normal porque no son comunicadores. Yo cuando voy a un conflicto intento cubrir las dos partes siempre. Por ejemplo, en Libia pude estar un mes con un visado bajo el régimen de Gadafi, cuando aún estaba vivo. En Siria ha sido completamente imposible, porque una vez que has entrado de forma clandestina ya temes por tu vida. Y pedir un visado es algo muy peligroso, porque ya te conocen, además de que han hecho una lista negra con los periodistas que han entrado de forma clandestina. Algo que incluso envían al Consejo de Seguridad de la ONU para que tome medidas contra nosotros. La verdad que todo eso es una pena, y me gustaría poder hablar con las familias sirias y saber qué información les está llegando. Hay mucho desconocimiento por parte de uno y otro bando. Por eso me gusta contar las dos partes de la historia.

 
Como buena periodista…

Como debemos...

"Cuando preguntamos qué iban a hacer con un desertor nos dijeron: 'aquí no tenemos prisiones, tenemos tumbas'"

Has escrito un libro en el que narras lo que viviste en tus dos viajes a Siria. ¿De qué hablas en él exactamente?

“Estaré en el paraíso”, un e-book de venta por Internet, es una narración en la que explico, sobre todo, el último mes y medio que he pasado en Siria. Un viaje en el que entré al país clandestinamente en febrero de 2012, donde caían quinientas bombas al día en seis kilómetros cuadrados, donde tuvimos que entrar por las cloacas para poder acceder y por donde huyó mucha gente, pero también murió un centenar de personas al día. Después volví este verano y las cosas habían cambiado mucho. Yo en febrero ya vi que iba a haber un cambio, en el sentido de que había muy pocas katibas, brigadas entonces, y donde los yihadistas iban a empezar a venir. También estaba el tema del dinero de los radicales. Ya entonces se sentían muy abandonados y pensaban que si Al-Qaeda era el único que les ayudaba, ¿por qué no iban a aceptar esa ayuda? Y lo mismo de los Hermanos Musulmanes o de los salafistas, porque si tienen que disparar porque les están disparando, para ellos, es la defensa de los suyos.

En estos momentos hay dos niveles en Siria. Está el nivel de la gente que ha cogido las armas y que se están dejando la vida por la libertad, por librarse de un régimen dictatorial que les oprime desde hace décadas. Y luego está el segundo nivel, que es el de injerencia interna y externa. Interna es en el sentido de los radicales que pueden manipular para llevarse un crédito político en el futuro. Y externa, de radicales externos, que tratan de, a través del dinero, manipular al Ejército Libre Sirio y obtener otros beneficios en el futuro. En este punto están los países fronterizos que quieren también jugar sus cartas y mantener sus propios intereses como Irán e Israel.

Llegados a este punto, ¿siguen habiendo desertores que intentan salir del ejército de Al-Assad, o el miedo por sus familias y por sus propias vidas es más fuerte?

Hay mucha confusión. Cuando estuve allí, dos desertores que se habían unido al Ejército Libre Sirio me explicaban que no tenían ninguna información. De hecho estaban encerrados en sus cuarteles, no les habían dado ni vacaciones y no sabían que pasaba con sus familias. No tenían contacto con la realidad, porque sólo les dejaban ver el canal Addounia y escuchar la radio estatal. Por lo tanto, sólo les llega la propaganda. Muchos de ellos habían desertado porque habían escuchado en alguna ocasión una grabación que una gente de Al-Qusayr había decidido poner por las noches contando las hazañas del Ejército Libre Sirio, muchas veces, incluso algo exageradas. Pero ahora muchos de ellos tienen miedo a abandonar. Y eso también es porque ha habido muchos traidores que se han pasado al otro bando, al Ejército Libre Sirio, como desertores que han acabado siendo informadores shabija, y que han terminado ejecutados.

Yo he visto dos casos con mis propios ojos. A uno que le pillaron hablado por teléfono anunciando la posición de un comandante y que se llevaron a ejecutar delante de mí. Y a otro chico que nos había denunciado a los shabija porque era hijo de uno, que interrogaron varias horas en un cuarto de baño desnudo, y que, cuando preguntamos qué iban a hacer con él, nos dijeron: “aquí no tenemos prisiones, tenemos tumbas”. Y es que sabemos que el Ejército Libre Sirio no tiene muchas cárceles porque tiene que moverse constantemente, por lo que si pillan a algún desertor, y desconfían de él, lo ejecutan.

Después de todo esto, ¿cómo se prepara un reportero de guerra?

Es muy difícil prepararse para una guerra, sobre todo para la de Siria. Yo trato de tener la mente muy abierta y de pensar que todas las guerras son distintas. Por ejemplo, la de Siria es muy diferente a las otras revoluciones árabes que he vivido. Es Oriente Medio, es otra mentalidad, es otra cultura incluso, es otra historia, tienen una identidad nacional también distinta. Por eso yo para Siria me preparé intentando conocer el país, a las personas, hablando con los civieles y con los combatientes. Tratando de comprender qué está pasando por sus cabezas, por qué están luchando y cuál es su objetivo real.

Sobre lo que nos llega a nosotros en Occidente a través de los medios, ¿crees que hay una idea estereotipada del islam y de los musulmanes a través de estos conflictos?

Creo que los medios estamos contando muy mal, no sólo las revoluciones árabes, sino todo lo que viene del mundo árabe y del mundo musulmán. Para empezar hay mucha confusión sobre lo que es árabe y musulmán. Se habla de Afganistán como si fuera un país árabe, y para nada. Creo que metemos en el mismo saco a todos estos países porque ponemos esas noticias de treinta segundos en las que contamos siempre un atentado suicida, donde detrás hay un grupo terrorista que todo el mundo concluye que es Al-Qaeda. Donde hay imágenes sanguinolentas. Y la gente en treinta segundos no puede comprender la complejidad que hay detrás. Estamos dando sólo imágenes de choques en la Plaza Tahrir, de cuando hay sangre. Sólo interesan las noticias cuándo impactan, pero no cuando importan. Y lo que importa es el contexto, por qué se producen esas revueltas y cómo terminan. No contamos la reconciliación, que la hay. Y si eso no fuera así, transmitiríamos una cultural de la paz y no de la violencia.

"Parece que la información internacional sólo puede estar teñida da la cultura del 'boom' y del 'clic'"

 
Y, ¿por qué no se cuenta? 

Porque en estos momentos sólo interesa la sangre, lo que impacta. Parece que la información internacional sólo puede estar teñida da la cultura del “boom” y del “clic”. El “boom” es cuando te ponen un “ratatatata” [un tiroteo] en la televisión o un “clic” en un titular morboso. Como pasó, por ejemplo, en Elmundo.es cuando uno de los titulares más leídos fue “Le cortó los testículos, se los metió en la boca y le cosió los labios”, que se refería a la dictadura Argentina. Eso va a captar la atención del espectador, pero no vamos a estar informando. Estamos en un momento de mercantilización de la información, donde parece que lo que importa es la publicidad y todo lo sensacionalista.

Centrándonos en los medios, muchas veces leemos en la prensa “terrorismo musulmán”, “extremismo islámico”, ¿es correcto que estos conceptos siempre vayan juntos?

Esa es una consecuencia de la llegada de las nuevas tecnologías, las TIC. La llegada de Internet ha hecho mucho daño al periodismo, por la inmediatez y por la simplificación. Antes las noticias en televisión eran dos minutos, y ahora en un minuto o treinta segundos tienes que contar todo desde Trípoli. Y no se puede contar en medio minuto toda una revolución árabe, porque no te puedes meter a explicar que no sólo hay talibanes en la insurgencia afgana. Por lo tanto, al final acabamos diciendo "talibanes" como si todos los talibanes fueran la insurgencia.

El pasado martes 5 de marzo estuviste con el fotoperiodista Samuel Aranda en el coloquio “Friends of Talent”, y recuerdo que hablasteis de la necesidad de acotar el término “terrorista”

Se usa mucho la palabra “terrorista” o “dictador”, porque moralmente puedes pensar una cosa, pero de cara a la opinión pública, evidentemente, tú no puedes decidir quién es un terrorista. Hay muchas definiciones sobre terrorismo. De hecho, los grandes organismos internacionales no se ponen de acuerdo. Y luego está el terrorismo de Estado. ¿Lo practica Al-Assad contra los civiles? Una cosa preciso en "Estaré en el paraíso", y creo que es muy importante. Quien está masacrando a mujeres y niños en estos momentos es el régimen de Bashar Al-Assad. Y eso es una enorme diferencia entre un bando y otro. El Ejército Libre Sirio puede ejecutar a los traidores, matar a los soldados del enemigo, no tener prisiones. Pero quién está masacrando a gente inocente, con cercos, con tanques, porque lo he visto con mis propios ojos, es el régimen de Bashar Al-Assad.

Estas revoluciones árabes que tienen en lugar en países de mayoría musulmana, y sobre todo entre los jóvenes, ¿son movimientos sociales y políticos, o religiosos?
Yo creo que ellos son musulmanes creyentes, y la religión juega un papel más importante en sus vidas que en la nuestra. Además, en esos países la única oposición que ha existido durante mucho tiempo ha sido una oposición religiosa que les ha ayudado, y que ha sido un sustituto del Estado a la hora de paliar las necesidades que tenía la población. Que detrás haya un sentimiento religioso más profundo, yo creo que sí, pero no radical. No creo que exista un sentimiento radical entre la población más joven egipcia, o tunecina, o libia. Simplemente esos partidos políticos les pueden ofrecer cosas distintas a las que han visto en las últimas décadas. Y se puede confundir ese laicismo con una conducta violenta y más radical que la que ellos pueden ver en una religión que profesan de forma libre, a lo mejor sólo porque rezan cinco veces al día. ¿Y qué? Es como si yo el domingo decido ir a misa.
 

El otro día leí un titular que decía “Miles de magrebíes cruzan la frontera de Ceuta al grito de Allah hu akbar”. Entonces aquí la gente debe asustarse y pensar que vienen con machetes. Allah hu akbar es una frase que yo he escuchado a la gente rezar para cruzar una calle donde había francotiradores. No iban a luchar, simplemente era un rezo para encomendarse a Dios en ese momento tan difícil. Yo también he rezado, y hacía mucho que no lo hacía, cuando escuchaba las bombas a mí alrededor. ¿Y me van a decir por eso que soy una radical? Es un sentimiento humano si has creído alguna vez en algún Dios.

"Cuando estás todo el día en el hospital viendo muertos te das cuenta de que aquello es una ruleta rusa"

 
Dices que has rezado alguna vez y que hacía mucho tiempo que no lo hacías. ¿Has pasado miedo de verdad en algún momento?

He pasado el mismo miedo que pasa la población civil. Cuando entras en esas ciudades cercadas, como en Al-Qusayr, donde hay setenta tanques de Al-Assad, o te caen bombas en cualquier momento del día o de la noche, o estás todo el día en el hospital viendo muertos, te das cuenta de que aquello es una ruleta rusa. Imagínate la sensación que tienen los civiles que están allí dentro y que saben que es una lotería, que pueden morir en cualquier momento. Es una sensación de miedo que compartes con la población que se queda dentro. Porque, al fin y al cabo, los periodistas nos vamos. Y ahora mismo yo estoy aquí disfrutando de una vida magnífica en Occidente, y que no apreciamos. Pero ellos se quedan allí dentro tratando de sobrevivir y de trasladar al mundo a través de nuestras cámaras, con mucha impotencia, lo que están viviendo.  

¿Crees que los medios en Occidente presentan la situación de Siria de una manera, tal vez, un tanto hipócrita? ¿Se da más importancia a lo mal que está España, a los sobres de Bárcenas, y no tanto a las masacres que viven países como Siria?

Bueno, yo también he aprendido que es muy difícil  no entender un conflicto si nunca lo has vivido. Aquí desde luego tenemos muy poca memoria. Se nos ha olvidado que también tuvimos una guerra civil, que fuimos víctimas y verdugos. Hemos entrado demasiado rápido en una fase distinta que nos ha llevado a la pérdida de valores. Cuando voy a los países árabes echo de menos muchas de las cosas que nosotros hemos perdido. Por ejemplo, creer en la familia. Aquí estamos yendo hacia el individualismo, hacia el enriquecimiento material y no personal.

Recuerdo que en la plaza Tahrir, se había ido Mubarak esa noche, un hombre me preguntó: “¿de qué país eres?”, y yo dije: “soy de España”. Y entonces me abrazó, y me dijo: “qué bien, ya somos como vosotros”, y pensé: “espero que nunca seáis como nosotros”. Él se refería a la democracia, y unos meses después yo me encontraba en la Puerta del Sol con un cartel, en el 15-M, con una plataforma que creamos que era "Periodismo Real Ya", y me acordaba de aquel hombre, y esperaba que no obtuvieran una democracia para estar varios años después reclamando que sea una democracia real. Porque lo que está pasando en España es muy grave, y los medios de comunicación son ahora más necesarios que nunca para denunciar.

Comprendo que cada uno tiene sus preocupaciones. Pero, si se me permite una anécdota, ayer estaba viendo Pasa Palabra, y pregunta el presentador a una de las concursantes: “¿y tú, para qué quieres el dinero?”. Y decía ella: “yo me quiero ir a esquiar, pero no sé si me llegará”. Y le dice el presentador: “hombre, tienes 9.000 euros”. Y al siguiente concursante le pregunta: “¿y tú qué harías con el premio?”. Y dice: “yo me quiero comprar dos casas”. El señor ya tenía una, pero quería dos más. Entonces, tú comparas esto con lo que he visto en Malí, o la situación de los refugiados en Siria -que puede convertirse en el grupo de refugiados más importante del planeta, donde los niños no tienen nada con lo que sobrevivir-, y piensas en llevarte a estos dos señores a un campo de refugiados para que hablen con esos niños y vean que las prioridades de sus vidas están equivocadas.

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