Después de varios intentos, las potencias mundiales del G5+1 pertenecientes al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) han alcanzado un acuerdo con Irán para poner freno al controvertido programa nuclear de éste. El compromiso alcanzado entrará en vigor el próximo 20 de enero, un Plan Conjunto que exige reducir el enriquecimiento de uranio por encima del 5%. Las potencias pretenden otorgar a cambio una disminución de las sanciones internacionales que versan sobre la capital, Teherán.
Un pacto que de momento marca un punto y aparte en un estira y afloja, que lleva sucediéndose más de una década. Un conflicto nuclear que empezó el verano de 2002. Irán como signatario del Tratado de No Proliferación (TNP),
recibía visitas periódicas de los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA)
para vigilar el reactor de investigación de Teherán y un proyecto para construir una central de energía en la provincia de Bushehr.
Las inspecciones no parecían encontrar anomalías hasta que un grupo disidente reveló la existencia de un programa secreto. A raíz de esa información la OIEA empezó a sospechar que Irán iba en busca de la bomba nuclear. En 2003 ese mismo organismo lanzó un ultimátum a Teherán para que demostrara que no tenía objetivos militares. La República Islámica así lo hizo y suspendió sus actividades.
Un alto en sus investigaciones que tan solo duró dos años, hasta que en agosto de 2005 Mahmud Ahmadineyad tomó posesión reanudándose así el procesamiento de uranio. Unos meses después, Irán retiró los precintos puestos por la OIEA en la planta de Natanz. Al realizarse tales provocaciones, el OIEA envió el caso al Consejo de Seguridad de la ONU. Un movimiento que puso en marcha una rueda de resoluciones condenatorias, sanciones, medios pactos e intentos fallidos de negociación.
El acuerdo que parece haber contentado a las potencias mundiales, no así lo ha logrado con Israel y Arabia Saudí que han mostrado su malestar ante este avance en la ejecución del Plan Conjunto. Un compromiso que de llegar a buen puerto supondría la reentrada de Irán en la escena internacional. Los vecinos de Irán deseaban un desarme total de la República Islámica, no una reducción.
El panorama en Oriente próximo sigue inalterable, habrá que ver si Irán acaba cumpliendo con el acuerdo. Mientras tanto Israel y Arabia Saudí siguen en alerta por lo que pueda suceder. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha expresado su rechazo y ha tildado el pacto como "un error histórico".
Desde hace una década los Estados Unidos tienen como pilar fundamental de su estrategia en Oriente próximo la alianza con Israel y Arabia Saudí, aunque los líderes de estos países se niegan a coexistir con Irán. Habrá que esperar a ver si Israel no acaba levantándose ante esta situación y decida usar su potencial militar para acabar con el programa nuclear iraní. La guerra fría entre estos tres países no desaparecerá tan fácilmente con este tratado, una convivencia complicada les espera. ...