El cristal con el que lo mires, por @RocioSanar

Hace ya más una semana que moría  James Gandolfini y que las redes sociales, sobre todo, se convertían en improvisados epitafios con miles de mensajes que homenajeaban la figura del actor y su papel en Los Soprano. El más repetido, el video de la última escena de la serie, donde Tony cena en un restaurante con su familia segundos antes de que un fundido en negro causara, allá por 2007, uno de los mayores revuelos que se recuerdan hasta el capítulo 3×09 de Juego de Tronos en esto de las series (aunque ya sabía qué pasaba, no pude evitar soltar un grito ahogado al verlo). El caso, en esos últimos minutos de Tony en escena, suena de fondo una canción que muchos no han dudado en convertir en himno honorífico tras la muerte de Gandolfini y en santo y seña de la serie: Don’t stop believin’.

Lo confieso. No he visto nunca Los Soprano y cuando aquel 19 de junio veía en Facebook y Twitter a muchos de mis contactos con la música de Journey en sus estados y tweets flipé. No, no soy tampoco seguidora de esta banda de rock de los 80. Soy más complicada aún. Don’t stop believin’ es también un “himno” para otra serie, aunque con una temática un tanto distinta a la de Los Soprano y con un público que, digamos, tampoco tiene mucho que ver con la serie de David Chase.

Dos años después de que pusiese punto y final a seis temporadas de Los Soprano, Journey daba paradójicamente el pistoletazo de salida en FOX al capítulo piloto de Glee, una serie cuyo argumento, como ya decía anteriormente, dista mucho de mafiosos. Según su entrada en Wikipedia (vale, no es la fuente más fiable) se trata una serie cómica-musical, ambientada en una escuela secundaria de Lima, Ohio, donde sus miembros hacen frente a las relaciones amorosas, la sexualidad y la discriminación… En resumidas cuentas, y sin desmerecer su éxito (cuenta con seis premios EMMY), una serie que no está mal, para pasar el rato y que, eso sí, a aquel que le mareen los musicales (estamos tomando un café, discutimos y, de repente, todos los que nos rodean se unen a nuestra canción de pedir perdón) nunca le terminará de convencer.  En EE.UU. hace poco que ha terminado su cuarta temporada, con una quinta firmada ya, mientras que España se estrenará la próxima semana (el 2 de julio), obviamente, en FOX.

Segunda confesión. Ésta segunda serie sí que la he visto. Y me gustó. Sobre todo la primera y la segunda temporada, con situaciones inverosímiles, personajes caóticos (la entrenadora de las animadoras Sue Sylvester, interpretada por Jane Lynch, es único en su especie), un humor rozando lo ácido y música, mucha música (sus versiones no tienen nada que envidiar a las originales, llegando incluso a popularizar algunas tras su emisión o mezclando temas que, a priori, poco tienen que ver).

Lo maravilloso de esta historia, de esta comparación sin ánimos seriéfilos, es precisamente la canción, Don’t stop believin’. En 2008 se convirtió en la canción más descargada en iTunes, con más de dos millones de ventas tras la aparición del tema en el último episodio de Los Soprano, volviendo a serlo en 2009 con los chicos de Glee, momento en el que se vendieron más de medio millón de copias. Combinando ventas en formato físico y digital, es uno de los sencillos más vendidos en EE.UU. con más de 6,5 millones de copias, debido, en gran parte, a su aparición en ambas series.

Una misma canción, un mismo icono, para dos series y dos momentos. Y es que todo, en esta vida, depende del cristal con el que se mire…

Cristal

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