¿De qué se ríen?, por Javier Astasio

Uno contempla esta foto que muestra a Esperanza Aguirre, Alberto Fabra y Rita Barberá riendo, cada uno a su manera, y tiene la tentación y el derecho de creer que celebran, contentos y orgullosos, su habilidad para colar y mantener oculto durante tanto tiempo el "pufo" que ayer se descubrió a las cuentas del Estado. Aunque también podría ser que estuviesen celebrando el matrimonio "a punta de pistola", que dice ahora doña Esperanza, viciado y ladrillero diría yo, entre Caja Madrid y Bancaja.

De ser ciertas cualquiera de mis hipótesis, está claro que, en ambos casos, de quienes se ríen es de todos nosotros, porque llevan meses haciéndonos creer que la culpa de nuestros problemas la tiene el gran derrochador que fue Zapatero y que nos pasa lo que nos pasa por haber vivido por encima de nuestras posibilidades.

Ayer nos enteramos de que la comunidad que Aznar y Rajoy ponían como modelo de gestión y para el resto de España, Valencia, tiene sus cuentas llenas de agujeros, los armarios repletos de fantasmas y los cajones atiborrados de facturas impagadas. Y también de que no es la única. Ni siquiera la peor, porque Madrid, el otro modelo, el del ultra liberalismo, el del "sálvese quien pueda", porque el mercado todo lo ajusta y lo nivela, está trufado de cuentas tramposas, de balances manipulados, de números maquillados que arrojar a la cara de otras autonomías, como la andaluza, para tildar su gestión de ruinosa y a sus ciudadanos de vagos y aprovechados.

Lo peor de todo es la impunidad con que lo hacen. A ninguno de ellos les pasa ni les pasará nada por habernos engañado tanto tiempo ni por haber arruinado nuestra imagen de país. Qué más da, si, al fin y al cabo, obtienen el perdón de los votantes, engañados con la propaganda de campañas electorales financiadas "de aquella manera" a través de empresas de dudosa catadura por las que, ahora, tendrán que dar explicaciones.

Parece claro que no sé si en este mundo, pero sí, al menos, en este país de lo que se trata es de crear realidades virtuales y manejarlas con la inestimable ayuda de los medios para obtener los fines que se pretenden. Y no hay que irse muy lejos para comprobarlo. Basta con hacer un seguimiento de las acciones de Bankia en las últimas cuarenta y ocho horas, hundidas en el abismo y rescatadas de él como por arte de magia. Dicen que han sido de nuevo las operaciones "a corto", facilitadas por la compra a crédito -para eso sí lo hay- para, a base de rumores y movimientos convulsos, hundirlas, pagar por ellas mucho menos de su valor y reflotándolas de nuevo, ya con ellas en propiedad.

Se ríen -y no me extraña que lo hagan- porque siempre, en una u otra cosa, nos engañan t acabamos pagando sus fiestas.
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