Les conozco a ellos. Personalmente. Y conozco a sus cojonudos padres que, ricos o pobres, de izquierdas o de derechas, religiosos o ateos, nunca se plantearon la opción de abortar en ningún caso y los cuidan y los aman con toda la dedicación de
Conocer y tratar a estos “niños” de toda edad es sentirte privilegiado en muchos aspectos, en realidad mucho menos feliz que ellos, y con seguridad mucho más mierdecilla y menos héroe que esos padres que los sacan adelante a diario. Me gusta verlos y que no los escondan. Me causan mucha más ternura, simpatía y solidaridad que la pura caridad que se le supone a quien deja algo en el cepillo o quien antes daba para el domund. Oir al ministro de Justicia que apencaría con una responsabilidad como cuidar de uno de estos niños me hace hervir la sangre porque intuyo que él se crió con nannies y que, para hacer su brillante carrera política de alcalde, presidente de comunidad y ministro, intuyo que también ha tirado de nannies, canguros, internados o mucamas para que se hagan cargo de los suyos alguna vez. No es una cuestión de tener el dinero o los posibles, sino la dedicación, la capacidad de renuncia, el amor y las gónadas bien puestas de estos padres a los que ahora el futuro inmediato les augura que sus hijos pueden verse algo más desamparados que lo que estaban hace unos años.
De parte de estos niños, por si no te llegara su mensaje –ellos son demasiado encantadores, felices o inocentes- ya te lo digo yo: que te vayas a la mierda, ministro.