
Asi entrenan a las #MujeresReales #thisgirlcan, por @MartaPastor

Pero hay una frontera en la opinión, y más cuando se divulga. La teoría de Frighyes Karinthy de los seis grados de separación, o la del “mundo pequeño” de Milgram inciden en que todos los habitantes del mundo estamos interconectados con cualquier otro habitante del planeta a través de una cadena de conocidos de no más de seis eslabones. Con las redes y la sociedad de la información accedemos cada vez más a las ideas y formas de pensar de numerosos “amigos de amigos”, un cercano segundo grado de separación que me ha hecho cuestionarme en más de una ocasión la veracidad de aquel viejo tema de Objetivo Birmania: “los amigos de mis amigos, ¿podrían ser mis amigos?”.
No voy a entrar en la frontera ni en lo que leo u oigo por ahí porque me da la impresión de que cualquier lector sabe de qué hablo. Opiniones sobre mujeres, sobre estudiantes, sobre otras opciones y pensamientos políticos, sobre emigrantes, sobre creencias, sobre educación, sobre menores, sobre banderas y naciones, sobre la historia, sobre el recuerdo, sobre el trabajo, sobre los muertos de cada cual. Hay manifestaciones que no sólo son hirientes o mentiras, sino que entran en ocasiones en apologías de la discriminación, el delito o la difamación. Deforma no sólo gratuita e indocumentada, sino consciente. Trato de huir en la vida real de quienes se expresan en esos términos, pero veo con horror que dichas manifestaciones se cuelan no sólo en mi muro de Facebook o en charlas de bar, sino en tertulias televisadas, titulares de prensa, discursos de tribuna del congreso, homilías, letra pequeña de contrato de banco o suministradora, estadísticas oficiales o pancartas de cabecera de manifestación.
A lo que iba hoy: cuando veo que tiene este tipo de actitud rufianesca quien se encuentra a dos grados de separación escasos de mí, no sólo me pregunto si podría llegar a hablar alguna vez en buena ley con “el amigo de mi amigo” sino que me planteo si los pocos amigos –incluso esa sociedad de amigos ligeramente ampliada y voluntariamente deformada que me permiten las redes sociales- que permiten de otros esas expresiones y exabruptos maledicentes merecen ser mis amigos. Tolerarlo sin decir que te molesta esa cercanía quizá puede llegar a ser una cesión insoportable.
A lo mejor – a lo peor- es que sigo teniendo en elevada consideración la palabra “amigo”.
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