Agricultura social en huertos urbanos, por @ITortajada

La casa de la calle Manacor número 1 (Foto de Rafel Castells)

Hace poco leía este artículo de Antoni Puigverd en La Vanguardia donde hablaba de agricultura social, empresas de base agrícola que generan formación y trabajo a personas con discapacidad, enfermedad mental o en riesgo de exclusión. Concretamente, Puigverd menciona la Xarxa Agrosocial que las agrupa y los casos paradigmáticos de La Fageda y l’Olivera, dos empresas donde la labor social no es incompatibles con la rentabilidad económica que proporcionan sus productos de calidad. Pero en una ciudad como Barcelona también se puede hacer agricultura social en huertos urbanos.

Sólo un poco más arriba de una arteria saturada de vehículos como es la Ronda General Mitre ya no se oye el zumbido de los coches. Las empinadas y solitarias calles del Putxet y los viejos chalés que habían sido refugio de artistas y veraneantes, nos devuelven la calma. En una de estas casas, en la calle Manacor, hoy la verja está abierta. La casa abandonada vive anclada en un veraneo perpetuo pero en el jardín trabajan un grupo de hombres uniformados. No, no son de parques y jardines ni han venido a podar las buganvillas para los señores de la casa. Son personas sin techo que labran la tierra comandados por Manel Font, experto en huertos urbanos, formador y propietario de la tienda virtual Ecohortus.

La casa de Manacor, número 1 tenía que convertirse en centro cívico según promesa del antiguo gobierno municipal. Con el el relevo político del Ayuntamiento y la falta de recursos económicos el proyecto está parado. Mientras, el consistorio ha permitido a la Fundació Assís, institución de acogida a las personas sin techo, que utilicen el jardín. Con Manel Font están aprovechándolo en parte como huerto urbano y a partir de septiembre empezarán formalmente un curso de un año de técnico en mantenimiento de huertos urbanos y compostajes comunitarios.

“Se trata de una formación específica que actualmente no se imparte en ningún sitio. En las escuelas se aprenden técnicas de agricultura industrial. Aquí enseñaremos a llevar un huerto ecológico, intensivo y a pequeña escala con el mínimo esfuerzo posible, usando el propio desperdicio orgánico del huerto para hacer compost”, explica Manel. Esta formación permitirá a los alumnos acceder a una ocupación y también ser autosuficientes desde el punto de vista alimentario. “Los germinados, por ejemplo, crecen muy rápidamente, necesitan muy poco espacio y tienen muchas propiedades nutritivas. Realmente estamos enseñando a pescar y no dando un pez como se suele decir”, añade.

Labor social

El huerto que se está empezando a hacer en el jardín (foto de Rafel Castells)

Manel no está solo en esta labor de agricultura social. Cada día lo acompañan tres voluntarios de los cerca de 200 que trabajan en la Fundació Assís. Esta institución en principio se dedica a servir almuerzos y a facilitar una ducha y ropa limpia a personas que duermen en la calle. Poco a poco han ido extendiendo su acción más allá de la urgencia. Así también buscan alojamiento para estas personas, gestionan pisos tutelados y les dan formación y orientación laboral y social. El año pasado atendieron a cerca de 1200 personas y actualmente sirven 120 almuerzos al día.

El contacto con la naturaleza y sentirse capaz de hacer un trabajo que da frutos, y no sólo en el sentido metafórico de la expresión, resulta una cura para estas personas vapuleadas por la vida. Una nueva ilusión que se ha contagiado a Manel que lleva más de quince años dedicado a los huertos urbanos. “Soy autodidacta. No estudié ingeniero agrónomo porque no quería ni podía ser campesino porque no tenía tierras. Además, me interesaba el cultivo agrario no químico y esto no se enseñaba. Hice económicas porque quería aprender economía agraria pero entonces ni existía esta disciplina en la universidad”, recuerda. Ahora, a través de Ecohortus distribuye mesas de cultivo de acero galvanizado, huertos verticales y compostadores. También hace personal coaching garden, una expresión que le da risa pero se trata, en definitiva, de acompañar y asesorar a los que se inician en el huerto urbano. La tarea educativa le ha abierto un nuevo camino profesional y personal.

La casa de la calle Manacor 1 embruja por sus contradicciones. Decadente y viva, tranquila en medio de la vorágine. También es paradójico que los sin techo, algunos de ellos fontaneros y albañiles víctimas del estallido de la burbuja inmobiliaria, tengan vedado el acceso a la casa que permanece solitaria y maltrecha. Pero en los instantes que compartimos el desayuno sentados en las sillas de forja medio oxidadas bajo el techo del sauce del jardín, ni esto ni nada importa. Sólo existe este momento y este espacio.

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